Se encuentran desbordados, no saben todavía en dónde van a colocar tanta gente. Nunca imaginaron “el efecto llamada” tan desproporcionado que produciría contratar a los ex presidentes españoles y otros ex altos cargos políticos. Pero no piensan eludir sus compromisos: en este caso no es sólo que los políticos y algunos sindicalistas se lo merezcan es que han demostrado una habilidad impresionante que no hay que desperdiciar. Han conseguido sacar adelante una reforma que sustrae a los trabajadores un porcentaje todavía indeterminado de su renta (probablemente alrededor del 20%) con el beneplácito de una buena parte de los mismos y eso a pesar de anunciar que el dinero irá a parar a los bancos para que nadie pueda alegar ignorancia.
Otro problema que se están planteando seriamente es su remuneración: si se atienen a un mero análisis coste-beneficio les salen unos sueldos astronómicos que por una parte podrían crear envidia en políticos anteriores y por otra causar que otros políticos en el futuro, por exceso de celo, dejaran sin ingresos a los trabajadores. Esto último plantearía un dilema ¿quién consumiría? Sin embargo, las fuentes consultadas dicen no estar preocupadas excesivamente: “con gente tan capaz seguro que algo se sacan de la manga”.
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