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No vamos a tratar en este artículo la cuestión metafísica sobre si el dinero es más o menos valioso que la salud o la felicidad, sino el sentido más literal del enunciado: que el valor que se atribuye a las distintas monedas en el mundo es algo arbitrario (como el valor de las acciones) y en estos momentos están todas artificialmente sobrevaloradas. El valor agregado de todo el dinero del mundo es muy alto con respecto a la producción mundial. Este tema tiene mucha trascendencia porque mientras los “ricos” intentan mantener el valor aparente del dinero muchas personas van directas a la pobreza, ya que el dinero es retenido para que no pierda valor. Además existe el mismo problema de siempre de base que el dinero no llega a quienes lo necesitan. En los medios de comunicación podemos comprobar que el precio del oro no para de aumentar al igual que el de los productos básicos. Por otro lado, leemos que la inflación está bajo control, pero ¿de quién? Si lo que se quiere reflejar es que los sueldos no suben apenas, eso ya lo ven los afortunados que todavía lo reciben. Se utilizan cestas típicas de los países que no reflejan la situación de los más pobres. Los que sólo tenían para comer, ahora sólo pueden comer los días alternos, los que tenían casa se están quedando sin ellas, los que todavía no la tenían ven alejarse la posibilidad de adquirirla por no tener acceso al crédito. Las cestas de los afortunados no suben de precio gracias a que las condiciones de los que tienen poco son tan precarias que ni siquiera pueden exigir subidas de salarios conforme a la subida de sus gastos. El resultado es que mucha gente ha perdido mucho poder adquisitivo a pesar de no aumentar la inflación oficial. Pero en vez de reconocer que el dinero no vale lo que se pretende nos cuentan historias sobre especulaciones y miedos.
Vivimos en un mundo en el que el dinero no conoce fronteras, se mueve cuasi libremente por toda la tierra y, por ejemplo, si el euro tiene problemas todas las monedas lo tienen. Así se explica el interés que despierta los problemas del euro y los ofrecimientos de ayuda “desinteresada” de partes en teoría egoístas y lejanas a los problemas europeos. Si se quiere comprender el mundo actual, no se puede pensar en monedas independientes, hay que imaginarse una sola moneda común con múltiples caras (aunque con nombres y valores relativos diferentes y cambiantes, por supuesto). El resto del escenario mundial es muy fácil de recomponer, basta con ampliar los problemas que todos desgraciadamente conocemos de cualquier país del mundo al planeta tierra. Así, tenemos un mundo en el que la mayor parte del dinero que se maneja proviene de dinero creado a partir de deudas contraídas con los organismos a los que se le ha concedido el poder de conceder préstamos de manera que sólo responden por una parte del mismo: los bancos. Deudas por las que, por supuesto, se cobran intereses y deudas que por esta misma razón no se podrán devolver todas, a menos que se creen cada vez más deudas o que los marcianos lleguen con dinero de otro planeta.
A la espera de los marcianos el sistema funcionaba mientras la deuda crecía. El problema era que la deuda mundial crecía tan desproporcionadamente sin un respaldo parejo en la economía real que en un determinado momento se intentó cortar o frenar el ciclo de endeudamiento creciente por miedo a la pérdida del valor del dinero y supongo que porque se empezó a poner en duda que los marcianos pudieran aparecer algún día con dinero fresco. ¿Y qué pasó? Lo que tenía que pasar y lo que hemos visto en los últimos años. Se redujo el flujo de dinero en la economía mundial y se dejaron de devolver las deudas a escala cada vez mayor. Los primeros con consecuencias visibles en la economía mundial en no poder devolver las deudas fueron los trabajadores precarios de EE.UU., que perdieron sus casas y sus bienes, porque eran los más sensibles y menos protegidos a los vaivenes de la economía, los siguientes, los trabajadores precarios europeos y en estos momentos ningún trabajador se puede sentir seguro de no quedar sin ingresos y consecuentemente sin bienes. Esta situación dejó impagos en bancos, inmobiliarias y empresas en tal escala que muchas empresas y bancos quebraron. Los Estados salieron al rescate de los bancos y respaldaron sus deudas de modo que a partir de entonces fueron los Estados los que soportaron el peso de la posible insolvencia. Pero es imposible devolver todas las deudas mientras no lleguen los marcianos con dinero. Los Estados que empezaron a sufrir más fueron los más débiles financieramente pero se fueron extendiendo rápidamente a Estados cada vez más “solventes”. Cuando los Estados empiezan a tener problemas de liquidez entran en juego los organismos supranacionales como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional o en el caso del euro el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera que prestan a su vez a estos con deudas contraídas por los Estados que los financian. Estos organismos son más exigentes en las condiciones de los prestamos: exigen cambios en la economía de los Estados de modo que se aseguren su devolución. Cuando a un Estado se le obliga a dejar de aumentar sus deudas o a disminuirlas tiene que empezar a disminuir gastos lo que da comienzo al calvario que desgraciadamente muchos conocen. Pero es tal la magnitud del problema y la velocidad a la que se agrava la situación que ni con los cambios se puede asegurar las devoluciones por lo que puede llegar un momento que ni estos organismos supranacionales puedan afrontar la situación y se empiece a dudar de su solvencia.
Las “soluciones” que se barajan no hacen más que agravar el problema. En el área del euro lo que se está proponiendo es que los Estados, por una parte, se endeuden aún más para sostener el sistema financiero y, por otra, que disminuyan sus deudas recortando servicios esenciales para la comunidad. No hay que olvidar que las ayudas a los bancos se financian con nuevas deudas contraídas por los Estados y que el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera se forma con el endeudamiento de cada uno de los Estados que lo componen. Cuanto más aumente el Fondo más se endeudarán los Estados. Y sólo es cuestión de tiempo el que la espiral de impagos les acabe afectando. Grecia es el primero pero otros seguirán detrás antes de que se decida crear el dinero suficiente para salir de la crisis (cuando los que deciden vean que es la única solución).
Desde que se inició la crisis, la situación no ha dejado de empeorar. Cientos de millones de personas más han empezado a pasar hambre y desnutrición. Cientos de millones de personas se han quedado sin trabajo, sin ingresos, sin casas. No se sabe cuantos millones de empresas han podido quebrar. Esto supone un paso atrás tal en la economía real mundial que posiblemente se tarde muchos años en volver a la situación previa a la crisis en caso de que se arregle. Aparte de la tragedia personal de los millones de personas afectadas se ha perdido un capital productivo incalculable. Muchas personas tardarán muchos años en volver a ser tan productivas como antes de la crisis. Las empresas tardarán también muchos años en arrancar y empezar a ser igual de productivas. Por otro lado la pérdida de credibilidad de las instituciones que gobiernan el mundo ha sido absoluto.
El único aspecto positivo de esta nueva crisis del sistema económico es que ha llegado a los países más ricos y ha afectado a sus clases medias lo que ha permitido experimentarla en carne propia en capas de población que antes no se habían preocupado por los vaivenes del mercado. Han comprobado la injusticia del sistema. Están más sensibilizados que nunca ante la necesidad de un cambio, que bien podría ser un nuevo orden económico internacional. Las últimas manifestaciones en todo el mundo lo reflejan claramente.
En estos momentos, nos encontramos con la situación aparentemente contradictoria que cuando la especie humana tiene la tasa de productividad más alta de la historia (se produce más por cada unidad de tiempo), su población cada vez pasa más hambre y tiene menos. Y eso porque el dinero no llega a quienes necesitan los bienes y servicios que se producen. Podemos ver excedentes alimenticios mientras la gente se muere de hambre; casas vacías mientras la gente no tiene donde vivir, campos con coches sin estrenar hasta donde se pierde la vista mientras hay gente que emplea horas en ir andando a buscar el agua o algunos ciudadanos llegan a perder la casa por poseer uno de esos vehículos, almacenes llenos de objetos cogiendo polvo, cadenas de alimentación perdiendo ventas mientras sus basuras son revisadas cada vez por más personas, viejos solos desatendidos muriéndose poco a poco mientras millones de personas no tienen trabajo, niños trabajando mientras existen millones de parados, niños sin recibir formación adecuada con profesores sin trabajo, ….
¿Cuáles deberían ser las premisas fundamentales del nuevo orden económico mundial?
1) Que garantice que el dinero llega a quienes lo necesitan en cantidades “suficientes”. O bien a cambio de servicios o trabajos por parte del receptor o, si no se puede organizar o no es rentable, donándoselo directamente. Así, los que actualmente están desnutridos tendrían dinero para comprar su comida lo que potenciaría la producción local de alimentos, la industria y el comercio local e internacional: los alimentos se obtendrían en los estantes de los comercios en vez de en sus basuras o en los camiones de reparto de ayuda y habría más trabajo para todos; los que están en peligro de perder sus casas por no poder pagar el alquiler o el plazo de la hipoteca podrían pagarla; las empresas tendrían a quien vender sus productos; la gente encontraría más trabajos remunerados; …. De esta manera, entre otras cosas bien evidentes, se evitarían muchas situaciones de impago y mejoraría la situación financiera general.
2) Que esté dirigido por personas e instituciones que representen los intereses de la población en general y no los intereses de los más poderosos. Para ello es imperativo que se reformen los sistemas democráticos para evitar el clientelismo de los dirigentes.
¿Cómo se puede llegar al nuevo orden?
El dinero no representa ningún problema. Aparte del recurso improbable de los marcianos siempre existe la posibilidad de crear el dinero que haga falta. Un poco de dinero más con respecto a todo el que se ha creado artificialmente y sin ningún respaldo real en los últimos años no va a cambiar mucho la situación. De hecho sería incluso beneficioso porque empezarían a rellenar los agujeros contables de los bancos y puede que el dinero empezara a reflejar un valor más útil. Los gobiernos, en vez de tapar los agujeros de los bancos directamente, destinarían el dinero a la gente que lo necesita y al gastarlo estos, porque no se pueden permitir el lujo de guardarlo, circularía por la economía cancelando deudas (disminuyendo de esta forma el dinero fantasma). Si se produce un poco de inflación servirá para ajustar el valor del dinero a los recursos realmente existentes en el planeta. Para evitar que disminuya el poder adquisitivo de las rentas más bajas habría que elaborar un índice de precios de productos básicos y subir sus rentas conforme a él.
El cambio de poder sí que plantea un problema. ¿Cómo y por qué iban los poderosos a renunciar a parte de su influencia? Si la cosa se pusiese muy fea bien podrían estar tentados a hacer concesiones en el sentido del primer punto como ya antes han hecho en algunos países ricos, pero siempre estarían pendientes de como poder volver a arañar para su bolsillo, deformando de esta manera las medidas tomadas. Ya los romanos inventaron hace mucho tiempo la solución para mantenerse en el poder, pan y circo. Aun así, parece que los dirigentes actuales hubieran olvidado la lección o simplemente estimasen que no hay suficiente presión en la calle. Sin embargo, al menos mil millones de personas no pueden esperar más, les va su vida en ello.
¡Unámonos todos con un mensaje claro e inequívoco!
Necesitamos urgentemente una consigna común que la pueda asumir el conjunto de la población mundial:
¡Pan y circo!
, pero para todos. Sin dejar de recordar que es necesario un cambio de sistema que garantice que nunca más se olvide esta premisa fundamental.
En el vídeo anterior nos encontramos con un mundo simplificado en el que al final el banco posee las 100 monedas de la economía pero milagrosamente contablemente tiene 200: las 100 monedas que ha cobrado de los intereses más las cien monedas que todavía deben los acreedores. Pero estos ya no pueden pagar más porque no hay más monedas. La única solución es que el banco vuelva a prestar las 100 monedas para que los acreedores sigan pagando los intereses; de hecho ahora podría prestar 200 monedas porque en sus cuentas así aparece y de esta manera ganar dinero más rápidamente. El problema es que si presta 200 monedas existe el riesgo de que el dinero pierda valor porque habría más monedas para comprar los mismos bienes y servicios y vería como su “riqueza” se evaporaría. Este es el problema que tienen los “ricos” del planeta (los que contablemente tienen mucho dinero) : ¿Cómo mantener el valor del dinero en un mundo en el que contablemente hay dinero para comprar todo lo que hay sobre la tierra decenas de veces? Regulando el dinero contable en circulación. Esta es la función fundamental declarada (aquí nadie engaña a nadie) del Banco Central Europeo: mantener el valor del dinero. Y luego, siempre que no exista conflicto con el precepto anterior, se preocupa del bienestar de los ciudadanos europeos. Si para mantener el valor del dinero hay que dejar morir de hambre a cientos de millones de personas, dejar sin trabajo a otros tantos y sin casa a millones eso no es responsabilidad del Banco Central Europeo, ya que sólo está siguiendo los preceptos bajo los que se creó, sino de los gobernantes que crearon esta institución y los votantes que eligieron a los gobernantes. Hay que cambiar urgentemente los estatutos del organismo que regula el dinero en nuestra economía. El dinero debe estar al servicio de las personas y si el dinero no vale lo que parece no es una cuestión que deba influir en que las personas puedan comer o tener casa o trabajo. Si el dinero está apalancado en los libros de los bancos, es el Banco Central Europeo el que debería poner más dinero en manos de la sociedad para que la economía no se pare. Y los destinatarios perfectos de ese dinero nuevo son los que menos dinero tienen. Por cierto, si votas te conviertes en cómplice de este sistema y así te lo van a restregar una vez más los políticos y los medios de comunicación en cuanto se publiquen los resultados electorales.
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